El Santo del día
18 de abril
San Francisco Solano

Mientras en la cubierta superior bailaban y bebían algunos nobles que formaban parte de la comitiva del nuevo virrey de Perú, Don García Hurtado de Mendoza, Márquez de Cañetes –que también viajaba en ese convoy de 36 barcos–, en las entrañas del buque, el padre Francisco Solano curaba, consolaba, confesaba y catequizaba a un centenar de esclavos malolientes y piojosos –muchos de ellos con escorbuto–, que apretujados y atados con cadenas soportaban estoicamente la peligrosa travesía. De pronto el galeón comenzó a zarandearse mecido por una fuerte tormenta, a los pocos minutos se estrelló contra un arrecife y aunque empezó a hundirse, el fuerte oleaje lo empujó hacia un banco de arena en el que encalló.
Entretanto, con la ayuda de algunos guardias que se compadecieron de los negros, el padre Francisco Solano desató los grilletes de los cautivos y luego en el puente de mando se las arregló para confesar a varios nobles, bautizar a algunos de los prisioneros y después de embarcar a los que pudo en los botes salvavidas, se despojó de sus ropas, se lanzó al agua y enfrentado a las enormes olas que se lo engullían tras cada brazada, milagrosamente, logró llegar ileso a la costa y detrás del padre Francisco Solano, arribaron flotando su hábito, su cordón de san Francisco y un retablo de la Virgen que entronizó en una ramada, en la que celebró la Navidad; en esa inhóspita isla de Gorgona –entre Ecuador y Colombia–, los 80 supervivientes subsistieron a punta de cangrejos que en crecido número llegaban todos los días, inexplicablemente, al cobertizo del padre Solano, hasta que dos meses después, fueron rescatados por un barco de la corona española que los llevó al puerto de Paita, en Perú.
Francisco Sánchez Solano Jiménez (nacido en Montilla, España, el 10 de marzo de 1549), se distinguió desde muy temprana edad por su inclinación a la meditación, el silencio, la oración y aprovechando esta disposición natural, sus padres quisieron estimularle su vocación religiosa y para el efecto confiaron su educación básica a los jesuitas, pero a la hora de tomar la decisión optó por unirse a los franciscanos del monasterio de san Lorenzo, en Montilla; luego de profesar sus votos –cuando contaba 20 años–, fue enviado al convento sevillano de Nuestra Señora de Loreto, en el que adelantó su especialización en filosofía y en 1576, tras ser ordenado sacerdote y obtener el doctorado en teología, fue nombrado maestro de novicios, labor que desempeñó en diversos cenobios franciscanos en los que invariablemente dejaba su huella de intensa oración, penitencia y observancia rigurosa de las reglas originales de san Francisco; al mismo tiempo ejercía como predicador y por donde pasaba quedaba una inocultable estela de milagros, especialmente curaciones, como ocurrió cuando fue trasladado a Andalucía en donde con solo tocarlos, salvó a muchos contagiados de tifo, peste que asolaba la región y de la que a pesar de haberla contraído, se recuperó. Aunque por sus cualidades excepcionales le ofrecieron honores y cargos, Francisco Solano sólo deseaba ser misionero, pero tuvo que esperar hasta 1589 para realizar su sueño.
Ese año Francisco Solano fue enviado a América y tras sortear el naufragio, sus superiores le encomendaron la evangelización del sur del continente, entonces emprendió a pie, un épico viaje de cuatro mil kilómetros. Salió de Paita, (Perú) y atravesó los Andes, catequizando en todas las poblaciones que encontraba a su paso, hasta que llegó a San Miguel de Tucumán, en Argentina. Inmediatamente emprendió una cruzada de varios años por la confluencia de los tres países: Paraguay, Uruguay y Argentina y en ese periplo logró la conversión de tribus completas a las que predicaba en lenguas nativas sin tener conocimiento previo de ellas y les obraba milagros según sus necesidades: expulsaba plagas, hacía brotar fuentes de agua, sanaba a los desahuciados y domesticaba fieras (como cuando un toro salvaje se escapó de un festejo y la fiera al ver a Francisco Solano, lamió sus manos y retornó mansamente a los corrales).