Roma, Asís y los Santuarios de la Toscana

Parecía un sueño hecho realidad el día que desperté en Medellín después de haber finalizado la peregrinación a Roma y los Santuarios de la Toscana; y la realidad es que fue un cielo todo lo que se vivió durante aquellos días.

Llegar a Roma y encontrarnos con la grandeza de sus edificaciones y templos; caminar por las mismas vías donde el cristianismo se consolidó como la religión universal hace más de 1800 años; cruzar miradas con peregrinos de todos los rincones de la tierra que llegaban a la ciudad eterna en busca de sucesor de Pedro; participar de la celebración de la eucaristía prácticamente todos los días (pues tuvimos el privilegio de tener capellán de compañía durante todo el viaje), en fin, que se nos puede haber escapado…? Para mi corazón, nada, llegué pleno y dichoso.

Después de unos días en Roma y de recibir la bendición pascual de Santo Padre, iniciamos camino rumbo Asís para deleitarnos con aquel pueblecito medieval donde el gran Francisco irradió para el mundo las bellezas y maravillas de su desposorio místico con la pobreza; como no decir que temblabamos al atravesar el pórtico de la ciudad sabiendo que en contados minutos él y Santa Clara saldrían a nuestro encuentro para brindarnos una calurosa y fraternal bienvenida.

Pero el tiempo corría y no podíamos dejar de caminar rumbo al encuentro con la venerable Santa Rita de Cassia en su tierra natal, con San Miguel Arcángel en su santuario y llegar por fin al regazo de la Madre de Dios, Nuestra Señora en Loreto… uhmmm, es que parecía un sueño!

Pero eso no era todo, Tele VID nos tenía todavía más sorpresas y muchos regalos faltaban por descubrir en nuestro camino…

Cada panorama que se cruzaba en nuestro camino era una obra de arte que se revelaba para nuestros sentidos. Cuando empezamos a subir aquel monte que se corona con la milenaria abadía benedictina de Montecassino; todo era misterio, contemplación y espíritu sobrenatural. Recorrer sus claustros era literalmente pasearse por la historia de occidente. Cada piedra relataba los acontecimientos de los cuales ha sido testigo durante 1500 años. El tiempo voló en medio de la contemplación y llegó la hora de Gino bradar las palabras de despedida “Damas y caballeros, vamos abordando el transporte,nos espera Lanciano y el Padre Pío!”

Llegamos a Lanciano, una pequeña población de los Abruzos que guarda doce siglos de historia en torno al mayor milagro eucaristico. Siendo la ciudad natal de San Longinos, aquel guardía que atravesó el costado de Nuestro Señor con la lanza, se ha convertido en uno de los lugares más visitados por los peregrinos en la región. 

Entramos a la iglesia de San Francisco, templo donde se custodia el milagro eucaristico y ya parecía que nuestros pies se elevaban del piso, el aire era más liviano pues nuestros ojos ya empezaban a vislumbrar la maravilla que estábamos a punto de presenciar. El Padre Miguel, nuestro capellán de peregrinación, siempre atento y locuaz para ponernos al día sobre el lugar que visitábamos, dispuso todo para que el momento fuera lo más sublime y sobrenatural. Un día para llevar en el corazón.

Y como broche de oro de todo este recorrido, ahora el turno era para Francesco Forgione, Padre Pío de Pietrelcina. Una vez llegamos, se nos dio la oportunidad de recibir bendición tras bendición en una proporción inimaginable; era el padre Pío quien nos daba la bienvenida confirmando su asistencia y compañía para todo aquel que se encomienda a él con fervor y perseverancia. Un pueblo antiguo, pero más que eso, pintoresco, alegre y acogedor. El lugar donde padre Pío sentó las bases de lo que sería la historia de uno de los hombres más grandes del siglo XX, un hombre pleno de humildad y espíritu sobrenatural, a quien la Iglesia venera como uno de los íconos de la vida mística de los últimos tiempos.

Así fue como Dios nos daba la despedida dando cierre para la peregrinación; una ruta abundante en gracia y bendición y un apelo constante para la conversión y la santidad. Ahora solo nos quedaba mirar atrás con alegre esperanza y con nostalgia llena de gratitud pues la providencia nos permitió transitar por las vías de hombres y mujeres que como nosotros estuvieron llamados a la santidad.

Gracias Tele VID por todo lo recibido en estos días; gracias por todas las atenciones y desvelos por cada uno y gracias por estar siempre dispuestos a prepararnos nuevas oportunidades para encontrarnos con el Señor y con María Santísima en las peregrinaciones que nos ofrecen cada año.

 

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