El mensaje primordial es la paz y la unión, y aquí es donde el pontífice retoma la idea de la intercesión, ponerse en el medio, como Moisés y crear un ambiente de unión que va mucho más allá de solamente promulgar un credo, pone al ser humano, hijo de Dios, habitante de la tierra otorgada por el Padre, con la certeza de la oración, mirando hacia un mañana, hacia un futuro mejor, de la mano de nuestros hermanos, del sentir aglomerado y conjunto de la paz, la armonía y el hogar del que carece en este momento una sociedad como la de Sudán del Sur, pero que aplica para muchos lugares del mundo en los que la discordia, la división y el individualismo prima frente a los valores de una sociedad que quisiera salir adelante y proteger esa semilla que puede morir ahogada en los vapores venenosos del dolor y la guerra.

“Esta es la paz de Dios, no solo una tregua de los conflicto sino una comunión fraterna que es el resultado de conjugar no de disolver, de perdonar, no de estar por encima, de reconciliarse, no de imponerse”, y es bueno retomar este tema pues, en esta visita en particular, está el asunto de la violencia a través del tribalismo y las facciones, que lo que hacen es dividir y fomentar una idea de nación que es habitada por la desigualdad y el marginamiento, tal como lo dijo en su discurso el papa Francisco, “que el tribalismo y la división en facciones que alimentan la violencia en el país, no afecten las relaciones interconfesionales, al contrario, que el testimonio de unidad de los creyentes repercuta en todo el pueblo”.