En el Nuevo Testamento encontramos la Ascensión de Jesús en San Lucas (24, 50-53): “Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (y fue llevado al cielo. Ellos se postraron ante él.) Después volvieron llenos de gozo a Jerusalén, y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios.” 

En este pasaje se narra cuando Jesucristo después de cuarenta días de su resurrección regresa al Cielo con su Padre. Jesús les dijo a los apóstoles en este momento que debían permanecer en Jerusalén y así pronto recibirían el Espíritu Santo, los bendijo y comenzó a ascender al cielo, perdiéndose en una nube. 

Jesús nos invita a seguirlo como símbolo de esperanza de que algún día podremos gozar de esa felicidad eterna. Así como Él terminó su misión con la Ascensión, nosotros debemos intentar cada día en cumplir nuestra misión en la tierra y obrar según su semejanza. Él nos da el mayor ejemplo de cómo debemos actuar y es con su testimonio de vida. 

El Señor nos habla nuevamente de la importancia de evangelizar y  anunciar su palabra, convirtiéndonos también en sus discípulos. 

Pidámosle al Espíritu Santo que nos ilumine cada día para poder cumplir nuestra misión y ser testimonio de Jesús en palabras y en actos. 

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