El próximo 28 de noviembre del 2021 a las 12:00 m Hora Colombia, celebraremos la Santa Misa por nuestros seres queridos que partieron a la casa del Padre, este espacio es el momento para recordar con alegría a nuestros familiares y amigos que por la causa de la pandemia o por alguna otra razón han fallecido.

Día de los fieles difuntos

El 2 de noviembre respondemos a la antigua tradición de fe de nuestra iglesia: Orar por los fieles que han concluido su vida terrenal, en especial por aquellos que aún se encuentran en el purgatorio en proceso de purificación. 

Esta celebración nace en Francia con el Gran Monasterio de Cluny (allí se asentaba la orden religiosa bautizada con el mismo nombre), el 2 de noviembre del año 998 cuando San Odilio, el quinto Abad, es decir superior, decidió rezar por el descanso de todos los muertos, pues en Cluny se acostumbraba celebrar los “psalmi familiares”, salmos familiares, o plegarias por los protectores laicos, estuvieran vivos o difuntos, pertenecientes a linajes aristocráticos europeos. Esto lo que hacía era facilitar las donaciones de los poderosos, quienes muchos hacían parte de la orden.  Lo que hizo San Odilo fue “democratizar” los psalmi, extendiéndolos un día al año a todos los finados, pobres incluidos. 

Roma adoptó esta tradición en el siglo XIV y de manera gradual se extendió a toda la iglesia. En el siglo XV llegó a España y de allí se acercó a América donde se enlazó con las costumbres indígenas. Más aún, bastante después, el papa Benedicto XV (1914-1922), les dio a los curas la posibilidad de ofrecer tres misas el 2 de noviembre: una por las pobres ánimas, otra por las intenciones del Papa y la otra por las intenciones del sacerdote.

Oración por los fieles difuntos

“¡Oh Jesús, único consuelo en las horas eternas del dolor, único consuelo sostén en el vacío inmenso que la muerte causa entre los seres queridos!

Tú, Señor, a quién los cielos, la tierra y los hombres vieron llorar en días tristísimos;

Tú, Señor, que has llorado a impulsos del más tierno de los cariños sobre el sepulcro de un amigo predilecto;

Tú, ¡oh Jesús! que te compadeciste del luto de un hogar deshecho y de corazones que en él gemían sin consuelo;
Tú, Padre amantísimo, compadécete también de nuestras lágrimas.

Míralas, Señor, cómo sangre del alma dolorida, por la perdida de aquel que fue deudo queridísimo, amigo fiel, cristiano fervoroso.

¡Míralas, Señor, como tributo sentido que te ofrecemos por su alma, para que la purifiques en tu sangre preciosísima y la lleves cuanto antes al cielo, si aún no te goza en él!

¡Míralas, Señor, para que nos des fortaleza, paciencia, conformidad con tu divino querer en esta tremenda prueba que tortura el alma!

¡Míralas, oh dulce, oh pidadosísimo Jesús! y por ellas concédenos que los que aquí en la tierra hemos vivido atados con los fortísimos lazos de cariño, y ahora lloramos la ausencia momentánea del ser querido, nos reunamos de nuevo junto a Ti en el Cielo, para vivir eternamente unidos en tu Corazón. Amén.”

William Adolphe Bouguereau (1825-1905)