Novena a la Divina Misericordia

Hoy, tráeme a toda la humanidad y especialmente a todos los pecadores, y  sumérgelos en el mar de mi misericordia. De esta forma, me consolarás de la amarga  tristeza en que me sume la pérdida de las almas. 

Jesús misericordiosísimo, cuya naturaleza es la de tener compasión de nosotros y de  perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que depositamos en tu  bondad infinita. Acógenos en la morada de tu compasivísimo Corazón y nunca los  dejes escapar de él. Te lo suplicamos por tu amor que te une al Padre y al Espíritu  Santo. 

Padre Eterno, mira con misericordia a toda la humanidad y especialmente a los pobres  pecadores que están encerrados en el compasivísimo Corazón de Jesús y por su  dolorosa pasión muéstranos tu misericordia para que alabemos la omnipotencia de tu  misericordia por los siglos de los siglos. Amén. 

Hoy, tráeme a las almas de los sacerdotes y los religiosos, y sumérgelas en mi  misericordia insondable. Fueron ellas las que me dieron fortaleza para soportar mi  amarga pasión. A través de ellas, como a través de canales, mi misericordia fluye  hacia la humanidad. 

Jesús misericordiosísimo, de quien procede todo bien, aumenta tu gracia en nosotros  para que realicemos dignas obras de misericordia, de manera que todos aquellos que  nos vean, glorifiquen al Padre de misericordia que está en el cielo. 

Padre eterno, mira con misericordia al grupo elegido de tu viña, a las almas de los  sacerdotes y a las almas de los religiosos; otórgales el poder de tu bendición. Por el  amor del Corazón de tu Hijo, en el cual están encerradas, concédeles el poder de tu 

luz para que puedan guiar a otros en el camino de la salvación y a una sola voz canten  alabanzas a tu misericordia sin límite por los siglos de los siglos. Amén. 

Hoy, tráeme a todas las almas devotas y fieles, y sumérgelas en el mar de mi  misericordia. Estas almas me consolaron a lo largo del vía crucis. Fueron una gota de  consuelo en medio de un mar de amargura. 

Jesús misericordiosísimo, que desde el tesoro de tu misericordia les concedas a todos  tus gracias en gran abundancia, acógenos en la morada de tu compasivísimo Corazón  y nunca nos dejes escapar de él. Te lo suplicamos por el inconcebible amor tuyo con  que tu Corazón arde por el Padre celestial. 

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas fieles como herencia de tu Hijo y por  su dolorosa pasión, concédeles tu bendición y rodéalas con tu protección constante  para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que, con toda la legión de  los ángeles y los santos, glorifiquen tu infinita misericordia por los siglos de los siglos.  Amén. 

Hoy, tráeme a aquellos que no creen en Dios, y a aquellos que todavía no me  conocen. También pensaba en ellos durante mi amarga pasión y su futuro celo  consoló mi corazón. Sumérgelos en el mar de mi misericordia. 

Jesús compasivísimo, que eres la luz del mundo entero. Acoge en la morada de tu  piadosísimo Corazón a las almas de aquellos que no creen en Dios y de aquellos que  todavía no te conocen. Que los rayos de tu gracia las iluminen para que también ellas  unidas a nosotros, ensalcen tu misericordia admirable y no las dejes salir de la morada  de tu compasivísimo Corazón. 

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas de aquellos que no creen en Ti y de  los que todavía no te conocen, pero que están encerrados en el compasivísimo 

Corazón de Jesús. Atráelas hacia la luz del Evangelio. Estas almas desconocen la  gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellas ensalcen la generosidad  de tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén. 

Hoy, tráeme a las almas de los hermanos separados y sumérgelas en el mar de mi  misericordia. Durante mi amarga pasión, desgarraron mi cuerpo y mi Corazón, es  decir, mi Iglesia. Según regresan a la Iglesia, mis llagas cicatrizan y de este modo  alivian mi pasión. 

Jesús misericordiosísimo que eres la bondad misma, tú no niegas la luz a quienes te  la piden. Acoge en la morada de tu compasivísimo Corazón a las almas de nuestros  hermanos separados y llévalas con tu luz a la unidad con la Iglesia y no las dejes  escapar de la morada de tu compasivísimo Corazón sino haz que también ellas  glorifiquen la generosidad de tu misericordia. 

Padre eterno, mira con misericordia a las almas de nuestros hermanos separados,  especialmente a aquellos que han malgastado tus bendiciones y han abusado de tus  gracias por persistir obstinadamente en sus errores. No mires sus errores, sino el  amor de tu Hijo y su amarga pasión que sufrió por ellos, ya que también ellos están  encerrados en el compasivísimo Corazón de Jesús. Haz que también ellos glorifiquen  tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén. 

Hoy, tráeme a las almas mansas y humildes y las almas de los niños pequeños y  sumérgelas en mi misericordia. Estas son las almas más semejantes a mi Corazón.  Ellas me fortalecieron durante mi amarga agonía. Las veía como ángeles terrestres  que velarían al pie de mis altares. Sobre ellas derramo torrentes enteros de gracias.  Solamente el alma humilde es capaz de recibir mi gracia; concedo mi confianza a las  almas humildes.

Jesús misericordiosísimo, tú mismo has dicho: Aprended de mí que soy manso y  humilde de Corazón. Acoge en la morada de tu compasivísimo Corazón a las almas  mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños. Estas almas llevan a todo el  cielo al éxtasis y son las preferidas del Padre celestial. Son un ramillete perfumado  ante el trono de Dios, de cuyo perfume se deleita Dios mismo. Estas almas tienen una  morada permanente en tu compasivísimo Corazón y cantan sin cesar un himno de  amor y misericordia por la eternidad. 

Padre eterno, mira con misericordia a las almas de los niños pequeños que están  encerradas en el compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas son las más  semejantes a tu Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra y alcanza tu trono. Padre  de misericordia y de toda bondad, te suplico por el amor que tienes por estas almas  y el gozo que te proporcionan. 

Bendice al mundo entero para que todas las almas canten juntas las alabanzas de tu  misericordia por los siglos de los siglos. Amén. 

Hoy, tráeme a las almas que veneran y glorifican mi misericordia de modo especial y  sumérgelas en mi misericordia. Estas almas son las que más lamentaron mi pasión y  penetraron más profundamente en mi Espíritu. Ellas son un reflejo viviente de mi  Corazón compasivo. Estas almas resplandecerán con una luz especial en la vida  futura. Ninguna de ellas irá al fuego del infierno. Defenderé de modo especial a cada  una en la hora de la muerte. 

Jesús misericordiosísimo, cuyo Corazón es el amor mismo, acoge en la morada de tu  compasivísimo Corazón a las almas que veneran y ensalzan de modo particular la  grandeza de tu misericordia. Estas almas son fuertes con el poder de Dios mismo. En  medio de toda clase de aflicciones y adversidades siguen adelante confiadas en tu  misericordia y unidas a ti, ellas cargan sobre sus hombros a toda la humanidad. Estas  almas no serán juzgadas severamente, sino que tu misericordia las envolverá en la  hora de la muerte.

Padre eterno, mira con misericordia a aquellas almas que glorifican y veneran tu  mayor atributo, es decir, tu misericordia insondable y que están encerradas en el  compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos  están llenas de obras de misericordia y sus corazones desbordantes de gozo cantan  a ti, oh Altísimo, un canto de misericordia. Te suplico, oh Dios, muéstrales tu  misericordia según la esperanza y la confianza que han puesto en ti. Que se cumpla  en ellas la promesa de Jesús quien les dijo que: a las almas que veneren esta infinita  misericordia mía, yo mismo las defenderé como mi gloria durante sus vidas y  especialmente en la hora de la muerte. 

Hoy, tráeme a las almas que están en la cárcel del purgatorio y sumérgelas en el  abismo de mi misericordia. Que los torrentes de mi sangre refresquen el ardor del  purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por mí. Ellas cumplen con el justo  castigo que se debe a mi justicia. Está en tu poder llevarles el alivio. Haz uso de todas  las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y ofrécelas en su nombre. Oh, si conocieras  los tormentos que ellas sufren ofrecerías continuamente por ellas las limosnas del  espíritu y saldarías las deudas que tienen con mi justicia. 

Jesús misericordiosísimo, tú mismo has dicho que deseas la misericordia, he aquí  que yo llevo a la morada de tu compasivísimo Corazón a las almas del purgatorio,  almas que te son muy queridas, pero que deben pagar su culpa adecuada a tu justicia.  Que los torrentes de sangre y agua que brotaron de tu Corazón, apaguen el fuego del  purgatorio para que también allí sea glorificado el poder de tu misericordia. 

Padre eterno, mira con misericordia a las almas que sufren en el purgatorio y que  están encerradas en el compasivísimo Corazón de Jesús. Te suplico por la dolorosa  pasión de Jesús, tu Hijo, y por toda la amargura con la cual su sacratísima alma fue  inundada, muestra tu misericordia a las almas que están bajo tu justo escrutinio. No  las mires sino a través de las heridas de Jesús, tu amadísimo Hijo, ya que creemos  que tu bondad y tu compasión no tienen límites. Amén.

Hoy, tráeme a las almas tibias y sumérgelas en el abismo de mi misericordia. Estas  almas son las que más dolorosamente hieren mi Corazón. A causa de las almas tibias,  mi alma experimentó la más intensa repugnancia en el Huerto de los Olivos. A causa  de ellas dije: Padre, aleja de mí este cáliz, si es tu voluntad. Para ellas, la última tabla  de salvación consiste en recurrir a mi misericordia. 

Jesús misericordiosísimo, que eres la compasión misma, te traigo a las almas tibias  a la morada de tu piadosísimo Corazón. Que estas almas heladas que se parecen a  cadáveres y te llenan de gran repugnancia se calienten con el fuego de tu amor puro.  Oh Jesús compasivísimo, ejercita la omnipotencia de tu misericordia y atráelas al  mismo ardor de tu amor y concédeles el amor santo, porque tú lo puedes todo. 

Padre eterno, mira con misericordia a las almas tibias que, sin embargo, están  encerradas en el piadosísimo Corazón de Jesús. Padre de la misericordia, te suplico  por la amarga pasión de tu Hijo y por su agonía de tres horas en la cruz, permite que  también ellas glorifiquen el abismo de tu misericordia. Amén.