Cuando caminamos normalmente por nuestras ciudades es tristemente común encontrarnos con personas que duermen en el piso, que buscan de cualquier manera alimentarse (buscando incluso entre la basura), que su vida está consumida por la tristeza, la soledad y las adicciones.
Lo más angustiante de todo esto es que a veces esos seres humanos (tan dignos de derechos como cualquiera de nosotros), se vuelven «invisibles»…pasamos por su lado y ya nos acostumbramos de alguna manera a verlos sin pensar en qué historia de vida los habrá llevado a esa situación extrema y, peor aún, sin pensar en cómo cada uno desde su cotidianidad podría ayudarlos.
Santiago Céspedes y Juan Camilo Vásquez
Gracias a Dios existen iniciativas como: AL SON DE LA CALLE, un grupo de voluntarios que todos los viernes en la noche le brindan una aguapanela con pan a esos seres abandonados….y la comida es lo de menos, pues a través de ella les dan abrazos, sonrisas, los escuchan y les demuestran con hechos que los ven, que los comprenden, que los acompañan y que los valoran como los seres humanos que son. Incluso este colectivo está apoyando en su proceso de rehabilitación para salir del infierno de las drogas y el alcohol a varios muchachos.
Estuvimos en TU DULCE COMPAÑÍA hablando con Santiago Céspedes y Juan Camilo Vásquez, dos jóvenes admirables que, como muchos otros que hacen parte del voluntariado de AL SON DE LA CALLE, decidieron entregar gran parte de su vida a darle vida a los demás.
Por: Olga Patricia Umaña Arroyave