El Santo del día
15 de junio
Santa María Micaela del Santísimo Sacramento

Oración a Santa María Micaela del Santísimo Sacramento
Querida Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, hoy te invocamos con devoción y gratitud. Tú, que dedicaste tu vida a la atención de los más necesitados y fundaste la Congregación de las Hermanas Adoratrices, intercede por nosotros ante el Señor. Te pedimos que nos concedas la fuerza para amar y servir a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que sufren injusticias y marginación. Acompáñanos en nuestro camino de caridad y compasión, y ayúdanos a difundir el amor de Cristo en el mundo. ¡Oh, Santa María Micaela, ruega por nosotros!
Amén.
El rumor sobre el inminente cierre –por la falta de recursos económicos– del convento de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, propalado por los enemigos que eran los dueños y clientes de los prostíbulos (a los que esta congregación les arrebataba constantemente las prostitutas para regenerarlas, educarlas y catequizarlas), se extendió por toda la ciudad de Madrid y entonces los ataques de los acreedores se intensificaron. Uno de ellos, a quien siempre se le había pagado cumplidamente, exigió la cancelación total e inmediata de su acreencia y la fundadora de la Orden, madre María Micaela del Santísimo Sacramento, le dijo que al otro día, le saldaría la cuenta, aunque no tenía una moneda. A la mañana siguiente, la superiora asistió a la eucaristía y al salir, una señora muy encopetada le entregó un sobre y se fue. La madre Sacramento –como la llamaban sus hermanas–, se guardó el envoltorio sin mirar su contenido y al llegar al monasterio en donde la estaba esperando el feroz acreedor, se lo entregó y le dijo: “Cuente su dinero” y al hacerlo, el comerciante corroboró que contenía los 14 mil reales, exactos, que era el monto de la deuda.
María Micaela Desmassieres y López de Dicastillo nació el 1° de enero de 1809, en Madrid, en el seno de una aristocrática familia española, cuyo padre murió y aparte de una cuantiosa fortuna, Micaela, heredó el título de Vizcondesa de Jorbalán y por eso la primera parte de su vida transcurrió entre algodones y recepciones porque su hermano Diego –que era diplomático– la paseó por toda Europa. No obstante tenía un carácter dulce y pleno de amor por Dios y por el prójimo, lo que la llevaba a realizar obras de caridad por donde quiera que pasaba y aunque el amor tocó a su puerta, prefirió dedicarse a rescatar a las prostitutas arrepentidas y enfermas.
Para el efecto abrió una casa en Madrid para ellas, pero al entregarle la administración a otras personas la obra se estancó y tras superar un doloroso cáncer de estómago (por cuya sanación le prometió al Santísimo Sacramento que se entregaría de corazón a Él y a las obras de caridad) lo abandonó todo, se apersonó de la dirección de la casa y se fue a vivir con sus protegidas: les cocinaba, las curaba, lavaba sus ropas les enseñaba a leer, escribir y a orar; cuando fue demasiado para ella sola, fundó con siete colaboradoras la Congregación de las Adoratrices del Santísimo Sacramento y de la Caridad, para atenderlas, educarlas y catequizarlas. Fue tal el resultado que al poco tiempo –a pedido de los ayuntamientos y de las diócesis de varias ciudades– abrió casas en Zaragoza, Valencia, Barcelona, Burgos, y luego de ser aprobada en 1861, por la Santa Sede, la orden se expandió por toda España, pero a expensas de todo su patrimonio.
Por eso en adelante todo funcionó a fuerza de milagros, pues aunque no hubiera para alimentar a más de cien personas, siempre aparecía la comida o cualquier cosa que necesitara para su obra; la madre Sacramento sanaba a los enfermos al instante; conocía el pensamiento y las intenciones de las personas; sabía qué iba a ocurrir y por eso se salvó de varios atentados y supo que su muerte estaba próxima cuando le avisaron que el cólera tenía devastada su casa de Valencia. Luego de despedirse de sus hijas espirituales, nombrar su sucesora y dejar todo en orden, la madre Sacramento viajó a esa ciudad y con amor y paciencia salvó a muchas monjas, pero ella enfermó. En medio de dolores atroces, murió el 24 de agosto de 1865 y fue canonizada por el papa Pio XI, en 1934. Por eso hoy, 15 de junio, día de su festividad, pidámosle a santa María Micaela del Santísimo Sacramento, que nos enseñe a renunciar a las riquezas de la tierra para hacer tesoros en el cielo.