El Santo del día
14 de noviembre
Santa Gertrudis

Oración a Santa Gertrudis
Oh Santa Gertrudis, mujer de profunda devoción y amor a Dios, te invocamos con humildes corazones en busca de tu intercesión y guía. Tú, que experimentaste la presencia divina en tu vida de manera tan profunda, ayúdanos a acercarnos a Dios con la misma pasión y fervor. Santa Gertrudis, amante de la Eucaristía y de la Sagrada Pasión de Cristo, enséñanos a apreciar y adorar el Santísimo Sacramento y comprender el inmenso amor de Jesús por nosotros. Ayúdanos a vivir vidas de gratitud y amor hacia nuestro Señor. Santa Gertrudis, cuya vida estuvo llena de oración y contemplación, intercede por nosotros para que podamos encontrar tiempo para la comunión con Dios en medio de nuestras ocupadas vidas. Ayúdanos a escuchar la voz suave de Dios en nuestro interior. Santa Gertrudis, te encomendamos nuestras preocupaciones y necesidades [mencionar aquí tus peticiones]. Ruega por nosotros y ayúdanos a experimentar la gracia y la misericordia de Dios en nuestras vidas.
Amén.
Empachada de tanta erudición estéril adquirida en sus interminables lecturas seculares sobre humanidades, literatura, música, ciencias naturales, historia, cultura general y retórica, la hermana Gertrudis se sentía vacía porque mientras más conocimiento adquiría, menos sentido le encontraba a su vida religiosa, pues a pesar de que era una monja ejemplar que observaba las reglas, cumplía con sus deberes y oraba con fervor, se sentía muy lejos de Dios, en medio de un desierto espiritual y por eso rogaba con insistencia a Jesús Crucificado que tocara su corazón.
Al fin su clamor fue escuchado en la penumbra de su celda, la noche del 27 de enero de 1281 y así plasmó esta visión, Gertrudis, en su libro Heraldo de la amorosa bondad de Dios: “Aunque sabía yo que me hallaba en el dormitorio, me parecía que me encontraba en el rincón del coro donde solía hacer mis tibias oraciones y oí estas palabras: ‘Yo te salvaré y te libraré. No temas’. Cuando el Señor dijo esto, extendió su mano fina y delicada hasta tocar la mía, como para confirmar su promesa y prosiguió: ‘Has mordido el polvo con mis enemigos y has tratado de extraer miel de las espinas. Vuélvete ahora a mí, y mis delicias divinas serán para ti como vino’. Entonces vi en la mano que poco antes se me había dado como prenda, las joyas radiantes que anularon la pena de muerte que se cernía sobre nosotros”. Inmediatamente el erial de su vida se transformó en un oasis de paz interior.
Gertrudis (nacida en Eisleben, Alemania, el 6 de enero de 1256), de cuyos orígenes y familia nada se sabe, fue enviada al convento de Hefta, cuando contaba cinco años y puesta al cuidado de la piadosa abadesa, su tía Matilde –algunos hagiógrafos, afirman que era su hermana de sangre– de quien asimiló la observancia de las rigurosas reglas benedictinas y adquirió una voraz curiosidad intelectual que la llevó a explorar todas las ramas del conocimiento y así alcanzó una vasta erudición –algo inusual para las mujeres de su época–, que sin embargo no respondía a sus apremiantes preguntas espirituales y por eso su vida religiosa se le convirtió en una árida rutina y en medio de esa oscuridad interior le pedía a Dios desesperadamente que le refrendara su presencia y afirmara su vocación, hasta que tuvo su primera experiencia mística en la que el Sagrado Corazón de Jesús traspasó de amor el suyo y desde entonces dejó de lado sus lecturas seglares y se dedicó al estudio de la teología, las Sagradas Escrituras y a profundizar en los textos de los padres y doctores de la Iglesia; a la par se multiplicaron sus éxtasis en los que Jesús Crucificado, le hacía revelaciones que por expresa petición suya comenzó a escribir apasionadamente.
La extensa obra de Gertrudis se configuró así: Memorial de la abundancia de la Divina Misericordia, un compendio de 24 capítulos que contiene sus meditaciones y pensamientos, escrito al estilo de san Agustín; Ejercicios espirituales, texto en el que pone de presente la necesidad de seguir metódicamente los pasos fundamentales: bautismo, conversión, consagración virginal, profesión monástica, alabanza divina y muerte, para que las monjas pudieran tener una rica vida interior. Así mismo se le atribuye El libro de la gracia especial, que describe la experiencia espiritual de su tía santa Matilde. Estos libros sumados a otros sobre su vida y virtudes, en torno a la Eucaristía, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, a la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y diversas revelaciones alrededor de las recompensas derivadas de la vida, la muerte y acerca de las fiestas litúrgicas, fueron recopilados en cinco volúmenes a los que genéricamente se les ha llamado Revelaciones de Santa Gertrudis.
A pesar de las enfermedades recurrentes que la afectaron a lo largo de su vida y se acentuaron en los últimos diez años, Gertrudis siguió escribiendo hasta su muerte acaecida el 17 de noviembre de 1302, cuando contaba 46 años y fue canonizada en 1677, por el papa Inocencio XI. Por la profundidad y riqueza de su obra, se adelanta actualmente una campaña en pro de su proclamación como Doctora de la Iglesia, respaldada por más de diez mil fieles, sacerdotes, obispos y cardenales de 20 países. Por eso hoy, 14 de noviembre, día de su festividad, pidámosle a santa Gertrudis, que en los momentos de resequedad espiritual, nos ayude a encontrar la fuente perenne de agua de vida que es Nuestro Señor Jesucristo.