El Santo del día
17 de septiembre
San Roberto Belarmino

Oración a San Roberto Belarmino
San Roberto Belarmino, Hombre de profunda sabiduría y Danos la gracia de comprender y amar la Verdad, inspíranos a buscar la sabiduría que viene de lo alto. San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia y maestro de la fe, ayúdanos a defensor y vivir nuestra fe con valentía. Ruega por nosotros ante el Trono Divino, para que podamos crecer en la santidad y en el conocimiento de Dios.
Amén.
Puesto que los comentarios callejeros en torno a la defectuosa educación que recibían los discípulos del recién fundado colegio jesuita de Montepulciano tenía en ascuas a toda la población, su alumno más destacado, Roberto Belarmino, de 15 años, retó a una confrontación escolar en la que él y sus compañeros se enfrentarían a los estudiantes de los demás liceos, para determinar en cuál de las instituciones existía mejor nivel académico. Llegado el momento, los representantes de los demás colegios rindieron el examen dentro de los parámetros esperados y a continuación los de los jesuitas desplegaron sus destrezas en matemáticas, gramática, humanidades, poesía, oratoria, retórica, latín, filosofía y por último, Roberto Belarmino, se fajó una disertación tan profunda sobre teología y Sagradas Escrituras, que dejó pasmados a propios y extraños, zanjando así la discusión.
Roberto Belarmino (nacido el 4 de octubre de 1542, en Montepulciano, Italia), mostró desde muy pequeño una decidida vocación religiosa y por eso su padre Vicente estimuló su deseo, con la esperanza de que por el hecho de ser sobrino del papa Marcelo II –hermano de su madre, que fue papa 21 días, en abril de 1555– haría una brillante carrera eclesiástica, pero con amorosa severidad, su piadosa madre, Cintia Cervini, lo vacunó contra el boato y la vanidad en la que regularmente caían los purpurados. Entonces con sabia precocidad, Roberto Belarmino escogió a la Compañía de Jesús, porque uno de los votos ignacianos, prohibía a sus miembros –taxativamente–, aceptar obispados y cardenalatos.
Luego de su brillante intervención en la controversia estudiantil, fue recibido oficialmente en la Compañía de Jesús, continuó sus estudios en Roma y dada su elocuencia y erudición, –pues se sabía de memoria toda la biblia–, cuando tenía 21 años lo nombraron predicador del clero de la ciudad. En vista de su inteligencia sorprendente lo mandaron a Padua, en donde terminó brillantemente la cátedra de filosofía y para defender con su sapiencia la doctrina de la Iglesia, fue enviado a perfeccionar su teología en la Universidad de Lovaina. Luego de ser ordenado sacerdote en 1570, se quedó siete años allí, rebatiendo brillantemente las teorías de los protestantes.
Y para ahondar sus conocimientos, se enfrascó en el estudio del idioma hebreo, de la historia de la Iglesia, de los papas, los concilios, escrutó profundamente los escritos de todos los padres de la iglesia y tras dominar la doctrina, de cabo a rabo, se convirtió en el “Martillo de los Herejes” –como se le conoce– y con solo 30 años, Roberto Belarmino ya era solicitado para enseñar teología en todas las universidades europeas, hasta que el papa Gregorio XIII, lo trajo de vuelta al Colegio Romano (hoy universidad Gregoriana, de la cual fue su rector a partir de 1592), a dictar la cátedra de apologética, en la que desbordó toda su sapiencia, la misma, que poco a poco, plasmó en su obra maestra Controversias, tratado que fue por antonomasia durante varios siglos, el texto fundamental para defender la doctrina de la Iglesia y con ella apabulló todas las creencias protestantes; intervino en la reforma del calendario gregoriano –actualmente vigente–, en la revisión del Martirologio, de La Vulgata (versión oficial de la Biblia de la Iglesia hasta 1979), del Ritual Romano y de El Breviario.
En 1597, el papa Clemente VIII nombró a Roberto Belarmino, como su teólogo de cabecera, dos años después lo designó cardenal –contra su voluntad–, y en 1602, le entregó el arzobispado de Capua, pero no lo liberó de sus funciones curiales en la Santa Sede, a la que volvió tres años después por decisión del nuevo pontífice León XI. Aunque en tres conclaves, Roberto Belarmino, estuvo a punto de ser elegido papa, lo “salvó” su condición de jesuita y eso le permitió mantener su consagración a las letras, a la oración, al ayuno y la penitencia. Ese ritmo febril, lo minó físicamente y murió el 17 de septiembre de 1621. Fue canonizado por Pío XI, en 1930 y al año siguiente, el mismo papa, lo declaró Doctor de la Iglesia. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Roberto Belarmino, que nos ayude a defender la doctrina de nuestra iglesia católica.