El Santo del día
17 de mayo
San Pascual Baylón

Oración a San Pascual Baylón
Oh San Pascual Baylón, glorioso santo de la Iglesia,
tú que con tu fe y devoción a la Eucaristía,
nos enseñaste el camino de la humildad y la caridad,
y nos guiaste hacia la presencia del Señor.
Te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios,
para que nos conceda la gracia de vivir en su amor,
de ser fieles a su palabra y a su voluntad,
y de llevar su luz y su paz a todos los que nos rodean.
Oh San Pascual Baylón, modelo de vida cristiana,
ruega por nosotros para que, como tú,
podamos amar a Dios con todo nuestro corazón,
y servir a nuestros hermanos con generosidad y entrega.
Amen.
La caravana agobiada por el calor estival avanzaba pesadamente por entre los riscos de Cabrafuentes y Cobadilla y al llegar a una pequeña ciénaga acunada por las montañas, el hato se precipitó hacia la fuente para abrevar, pero el pastor Pascual Baylón, que observaba el agua, detuvo a la manada porque la turbiedad del líquido denotaba que no podía beberse y ante la contrariedad de su compañero Juan Aparicio, le pidió humildemente que tuviera un poco de paciencia a lo que accedió su amigo con desgano. Entonces, Pascual tomó su cayado se alejó un poco, se puso de rodillas a orar y luego a escarbar la tierra con sus manos y su vara, hasta que abrió un hoyo en forma de canoa amplia y profunda; en poco tiempo, el hueco se rebosó de agua cristalina y por fin las ovejas y los extenuados pastores pudieron saciar la sed y después de agradecer a Dios por el milagro, tomaron un reparador baño, sacaron lo necesario para preparar sus alimentos, instalaron su campamento y permanecieron varios días en esa hondonada abrigada y segura, en la que sobraba el agua y había suficiente forraje para el rebaño. De ese mismo manantial –al que llamaron la “Fuente de Pascual”– bebieron varias generaciones pastoriles y muchos años después, Juan Aparicio erigió una cruz, en acción de gracias y como recuerdo de san Pascual Baylón.
Pascual Baylón Yubero (nacido el 16 de mayo de 1540, en Torrehermosa, España), recibió ese nombre por haber nacido el día de la Pascua de Pentecostés y sus fervientes padres, consecuentes con su inquebrantable piedad, criaron a su hijo al influjo de la eucaristía, de la pasión del crucificado y la devoción a la Santísima Virgen y por eso cuando se les perdía el infante invariablemente lo encontraban en una capilla cercana extasiado ante el altar, práctica que debió abandonar cuando a los diez años su padre le encomendó el cuidado del rebaño familiar y entonces suplió sus visitas cotidianas al sagrario, por la aguda contemplación de la obra divina representada en la naturaleza exuberante, y en medio de la soledad, aprendió a leer y a escribir ayudado únicamente por un devocionario que su madre le había regalado y poco a poco se convirtió en hombre de oración ayuno y penitencia.
A los 18 años, dejó la tutela paternal y se dedicó a pastorear hatos ajenos hasta que el 2 de febrero de 1564, a los 24 años, ingresó al convento de los frailes menores de san Francisco y con el nombre de fray Pascual adelantó su noviciado cumpliendo rigurosamente las severas reglas impuestas a sus monjes por san Pedro de Alcántara y asumió las tareas más humildes: portero, hortelano, cocinero, mandadero, barrendero y encargado de pedir la limosna que repartía entre los pobres y las necesidades de su monasterio; aunque (más por su ejemplo, santidad y virtudes, que por su preparación intelectual) quisieron ordenarlo sacerdote, pero fray Pascual no aceptó –como san Francisco–, porque se sentía indigno de tal distinción.
En su condición de hermano lego, Pascual Baylón cumplía escrupulosamente con sus obligaciones y a continuación aligeraba las cargas de los demás ayudándoles en los oficios que les asignaban y mientras lo hacía, cantaba salmos y luego se refugiaba en la capilla, se embebía en la contemplación, se acostaba de último sobre una tabla con un tronco como cabecera y estaba de primero en las oraciones matinales, al término de todas las misas en las que ayudaba, se escapaba hacia el altar de la Santísima Virgen y delante de ella comenzaba a danzar en indecibles raptos místicos de los que solo salía cuando lo sacudían sus compañeros y aunque realizaba toda suerte de milagros: curaba enfermos, hacía brotar agua de las peñas, multiplicaba los alimentos y reconciliaba enemigos, trataba de que nadie se enterara.
A pesar de su poca preparación, daba unas sorprendentes muestras de elocuencia, sabiduría y profundidad doctrinal, como sucedió cuando camino a París adonde debía llevarle a su superior un importante mensaje, fue asaltado por los hugonotes, que le inquirían sobre si era cierta la presencia de Jesús en la hostia y la respuesta de san Pascual Baylón fue tan brillante, que al quedarse sin argumentos, los impotentes y airados protestantes estuvieron a punto de lincharlo, lo apedrearon y lo dejaron abandonado porque lo dieron por muerto.
Su vida austera y las mortificaciones a las que sometía constantemente a su maltrecho cuerpo, lo minaron de tal forma que al final de su vida, Pascual Baylón iba a gatas a los oficios divinos y no permitía que nadie le ayudara, hasta que el 17 de mayo de 1592, fiesta de la Pascua de Pentecostés, murió en el convento alcantarino del Rosario de Villareal de los Infantes. Fue canonizado por el papa Alejandro VIII, en 1690. Por eso hoy día de su festividad, pidámosle a san Pascual Baylón que nos enseñe a ser humildes y obedientes a la voluntad divina.