El Santo del día
16 de mayo
San Juan Nepomuceno

Oración a San Juan Nepomuceno
Oh San Juan Nepomuceno, fiel servidor de Dios y protector de las almas necesitadas, te pedimos que intercedas por nosotros ante el Señor. Tú que sufriste la persecución y el martirio por defender el secreto de la confesión, danos fortaleza para perseverar en nuestra fe y en nuestra misión de propagar el amor de Dios.
Te suplicamos que nos protejas de todo mal y nos guíes en el camino hacia la salvación eterna. Ayúdanos a ser fieles a los mandamientos divinos y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Oh San Juan Nepomuceno, modelo de santidad y ejemplo de amor a Dios, te pedimos que nos concedas las gracias que necesitamos para cumplir nuestra misión en la vida. Que tu intercesión nos fortalezca y nos conduzca por el camino de la verdad y la justicia.
Amen.
Los feligreses que asistían a la eucaristía en la iglesia de san Víctor y escuchaban el sermón de Juan Nepomuceno, no podían contener las lágrimas ante el desgarrador lamento de su predicador en el que anunciaba la cercanía de su muerte, por eso pedía perdón a todos, legaba sus bienes a los más pobres, exhortaba a los clérigos para que cuidaran su grey con amorosa dedicación y suplicaba a todos que mantuvieran la calma cuando los aciagos acontecimientos sucedieran. Terminada la misa, Juan Nepomuceno fue a visitar un pequeño templo en el que se veneraba la antiquísima imagen de la Santísima Virgen traída por los santos Cirilo y Metodio; ante ella oró durante un buen rato y luego emprendió el regreso a Praga y al entrar a la ciudad fue detenido por los esbirros del tirano, que lo llevaron a su presencia y aunque el rey Wenceslao le insistió, lo intimidó y lo hizo torturar para que le contara sobre los pecados de la reina. Juan Nepomuceno, que era su confesor, volvió a negarse –como ya lo había hecho en reiteradas ocasiones– a cometer tal sacrilegio y ni los halagos y honores prometidos, ni el anuncio de tormentos más crueles, ni la amenaza de una ejecución refinada y lenta hicieron mella en el valiente sacerdote.
Juan Nepomuceno (nacido en Bohemia, en 1340), era hijo del alcalde de la localidad de Nepomuk y dada su condición social y sus dotes intelectuales, pudo adelantar sus estudios sin tropiezo y en 1379 fue ordenado sacerdote, luego se especializó en Derecho Canónico en la Universidad de Praga, más adelante obtuvo la maestría en Filosofía y el doctorado en Teología en la Universidad de Padua; para entonces ya desempeñaba las funciones de notario de la arquidiócesis de Praga y era párroco de san Gall; en 1389, Juan Nepomuceno asumió la vicaría general de la arquidiócesis y al mismo tiempo ocupó la plaza de canónigo de la catedral de san Vito y en ese cargo se hizo popular en muy poco tiempo por la fogosidad de sus prédicas en las que criticaba el hedonismo de la nobleza y su indiferencia para con los más desprotegidos y a sabiendas de que era uno de los directamente afectados por la dureza de sus sermones, el rey Wenceslao IV, a petición de su esposa, Sofía de Baviera, aceptó que Juan Nepomuceno se convirtiera en su confesor.
Muy pronto la situación se puso más tensa porque la vida disoluta del monarca, más su respaldo al papa de Avignon –era la época del cisma de Occidente– contrastaba con la adhesión absoluta del arzobispo Juan de Jenstejn y su vicario Juan Nepomuceno, al obispo de Roma, lo que agravó el problema debido a que el rey en connivencia con el papa de Avignon, pretendía apoderarse de las jugosas rentas de la Iglesia, a lo que se opuso el prelado y con mayor ardentía lo hizo el confesor de la reina.
Impotente porque la entereza de Juan Nepomuceno le impedía quedarse con los bienes de la Iglesia, decidió eliminarlo a cualquier precio y para el efecto echó mano de los celos enfermizos que sentía por su esposa para exigirle que le revelara los secretos que en confesión la reina le había confiado y como siempre recibía una rotunda negativa del santo, lo encarcelaba y torturaba periódicamente, lo liberaba con el fin de que cambiara de actitud, pero cuando lo capturaban de nuevo, Juan Nepomuceno se mantenía inquebrantable, aduciendo que el sigilo de la confesión era inexpugnable. Cuando se dio cuenta de que definitivamente no obtendría nada, el malvado rey ordenó que fuera lanzado a las aguas del río Moldava, en la noche, por temor a que el pueblo se sublevara y tal como lo había planeado, se llevó a cabo la ejecución en la madrugada del 16 de mayo de 1393. Al otro día, el cuerpo de Juan Nepomuceno fue encontrado en la orilla del río por algunos de sus piadosos feligreses que lo sepultaron en la catedral de san Vito de Praga. Fue reconocido como “Protomártir de la Confesión” y canonizado por el papa Benedicto XIII, en 1729. Por eso hoy día de su festividad, pidámosle a san Juan Nepomuceno, que nos enseñe a ser herméticos con los secretos que nos son confiados.