El Santo del día
3 de marzo
San Juan Clímaco

Moisés, el discípulo que había sido enviado a retirar unas piedras y a desbrozar el terreno para ampliar así el huerto del monasterio, buscó la sombra de una enorme roca para descansar y protegerse del calcinante sol del mediodía, que caía a plomo sobre el desierto del Sinaí; adormecido por la canícula, no se dio cuenta de que la roca estaba en un declive y su vida corría peligro: de pronto escuchó la voz de su maestro Juan Clímaco, que le ordenaba apartarse de allí al instante; como un resorte saltó a un lado y en ese momento el peñasco se vino abajo y él salió indemne. Al retornar, le contó a su maestro lo ocurrido, y éste le respondió que Dios le había dado la orden de alertarlo y por eso se salvó.
Cuando esto ocurrió, ya Juan Clímaco (cuyo segundo nombre significa escalera para subir al cielo) que llevaba muchos años viviendo en una gruta, era el eremita más reconocido del monte Sinaí y su santidad atraía a personas de toda condición y especialmente a los monjes que acudían a él para pedirle dirección espiritual: cómo orar, ayunar, hacer penitencia y permanecer en silencio. Y es que Juan Clímaco, nacido en palestina a finales del siglo VI, a sus 16 años, ingresó a un convento en el Sinaí, pero al cabo de algún tiempo, decidió retirarse a una cueva, en las estribaciones del monte y allí permaneció por el resto de su vida en constante oración y ayuno.
Y el poder de su oración era tal, que su caverna se iluminaba, y de ella, salía Juan Clímaco –a quien ya consideraban santo en vida– con el rostro transfigurado. Hasta el papa san Gregorio le pidió que le enseñara a orar. Ante esta petición y porque justamente en ese momento –por insistencia de los monjes–, ejercía como abad del convento cercano al que había pertenecido, escribió una obra cumbre de la espiritualidad, llamada: La santa escala, el manual por excelencia, en el que todos los frailes de la edad media aprendieron sobre cómo ascender hasta el Padre por los peldaños de la oración. De hecho, es después de la Biblia y de la Imitación de Cristo –de Tomás de Kempis–, el libro más leído por los grandes místicos de la Iglesia. Cuando estaba a punto de cumplir 80 años, san Juan Clímaco, abandonó su cargo y se sumió en una meditación continua hasta el 30 de marzo del 649, día en el que murió orando. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Juan Clímaco, que también a nosotros nos enseñe a subir al cielo, por la escalinata de las plegarias.