El Santo del día
8 de octubre
San Juan Calabria

Oración a San Juan Calabria
Querido San Juan Calabria, Hoy elevamos nuestras voces en oración, buscando tu intercesión y ejemplo de caridad. Tú, que dedicaste tu vida a servir a los más necesitados, inspíranos a amar y cuidar a nuestros hermanos con generosidad. En este mundo donde persisten las desigualdades, te pedimos que intercedas por los marginados y olvidados. Ayúdanos a ser manos y corazón de Cristo en la Tierra, ya ser instrumentos de su amor y compasión. San Juan Calabria, fundador de congregaciones de servicio, tu legado sigue vivo en aquellos que trabajan por el bienestar de los demás. En nuestra labor diaria, guíanos a ver a Cristo en los necesitados, ya lleva esperanza a los que más lo necesitan. Con gratitud y humildad, te decimos: San Juan Calabria, ruega por nosotros.
Amén.
La mujer corría desesperada, mientras que un escuadrón de la Gestapo le pisaba los talones, precedido por los perros pastores alemanes que acicateados por sus amos olisqueaban umbrales, paredes y todo lo que encontraban a su paso. Estaba a punto de desmoronarse sobre la acera, cuando de pronto a pocos metros se abrió un portón y emergió un cura, que al sentir los ladridos de los sabuesos y ver en la distancia las siluetas de los temidos hombres de gabán, se abalanzó sobre la joven, la arrastró hacia el interior de la casona, cerró de un portazo, le puso el hábito de una de las Pobres Siervas de la Divina Providencia y se sentó a esperar. Al cabo de algunos minutos llegaron los de la Gestapo y empezaron a golpear la puerta, entonces con calma el padre Juan Calabria, abrió y los hombres irrumpieron, revisaron minuciosamente la capilla, los dormitorios, los salones, el comedor y la cocina, luego ordenaron que las monjas se alinearan en el patio y soltaron la jauría que comenzó a olerlas de abajo arriba y cuando llegaron adonde estaba la refugiada, pasaron de largo como si no existiera. Entonces los esbirros nazis se dieron por vencidos y así esa médica judía se salvó de las garras de la muerte y camuflada entre las hermanas, vivió el resto de la Segunda Guerra Mundial.
Juan Calabria (nacido el 8 de octubre de 1873, en Verona, Italia) quedó huérfano a muy temprana edad por lo cual tuvo que trabajar para ayudar a su madre en la manutención de sus seis hermanos, pero definitivamente su capacidad intelectual, su acendrada piedad y su devoción por la Virgen María, estaban muy por encima de sus habilidades físicas, por lo que el padre Pietro Scarpini, párroco de la iglesia de san Lorenzo, en vista de que no tenía recursos para estudiar, y conocedor de su vocación sacerdotal, decidió prepararlo para su ingreso al seminario y durante tres años le enseñó humanidades, filosofía y teología; cuando estuvo a punto presentó sus exámenes con resultados sorprendentes, lo que le facilitó la entrada y su magnífico rendimiento académico hacía presagiar que se ordenaría rápidamente, pero obligado a prestar el servicio militar, perdió dos años, al cabo de los cuales retornó robustecido espiritualmente, porque en el ejército puso en práctica su capacidad evangelizadora, dado que fue incluido en un contingente que se encargaba de recoger y atender a quienes vivían en las calles y así afiló la fe, la misericordia y el amor por los pobres y los abandonados, rasgos que luego de ser ordenado sacerdote el 11 de agosto de 1901, se convirtieron en la brújula de su vida.
Desde sus tiempos de seminarista (debido a un encuentro providencial con un pequeño gitano que tiritaba de frío en la calle y al cual después de recogerlo, lo instaló y cuidó en su cuarto), Juan Calabria tenía un hospicio para niños abandonados, en su propia casa, que era atendido por su madre y sostenido económicamente por el conde Francesco dei Conti Pérez, pero como ella enfermó y el número de chicos necesitados aumentó considerablemente, en 1907, Juan Calabria tuvo que abrir un albergue llamado “La Cittadella della Caritá” y para atenderlos, fundó –en su parroquia de san Esteban–, la Congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia, cofradía que al poco tiempo amplió con una rama femenina que se encargaba de las niñas y con la Familia de los Hermanos Externos, que eran laicos comprometidos a los que les asignó la creación y dirección de casas de acogida y hospitales en toda Italia y luego en otros países y continentes.
Al mismo tiempo y dado que era vicario de la rectoría de San Benito del Monte, Juan Calabria aprovechó su influencia para crear hogares en Verona y el resto del país, en los que hospedaba y formaba a jóvenes con vocación religiosa, pero de escasos recursos económicos. Durante la Segunda Guerra Mundial, en todos sus establecimientos fueron acogidos y protegidos cientos de judíos, que tras salvar sus vidas, lo lloraron amargamente el día de su muerte el 4 de diciembre de 1954 y muchos de ellos testificaron durante su proceso de canonización que concluyó el 18 de abril de 1999, cuando fue proclamado santo, por el papa san Juan Pablo II. Por eso hoy, 8 de octubre, fecha de su festividad, pidámosle a san Juan Calabria, que nos sensibilice ante el dolor ajeno.