«En el Sagrado corazón está el símbolo y la imagen expresa del amor infinito de Jesucristo que nos mueve a amarlo en correspondencia»
–Papa León XVIII
«En el Sagrado corazón está el símbolo y la imagen expresa del amor infinito de Jesucristo que nos mueve a amarlo en correspondencia»
–Papa León XVIII
Omnipotente Señor y Redentor amable de nuestras almas, Jesús benignísimo, por mi amor sacrificado, humildemente postrado ante vuestro acatamiento divino y pegado mi rostro contra la tierra, lleno de temor y de ignorancia , confieso que aún siendo como soy, polvo y ceniza, te he ofendido gravísimamente, debiendo haberte amado como lo deseo ahora; pues de Ti que eres mi Dios, he recibido el ser y todo cuanto tengo. Me duelo de mi ingratitud y descuido y espero con tu gracia enmendarme como lo protesta mi corazón que implora tu clemencia.
Amén.
Oh Corazón amabilísimo de Jesús, cuyas finezas para con los hombres se ven tan mal correspondidas en ese adorable Sacramento del Altar, en el cual las muestras con tanto exceso a pesar de experimentar allí mismo nuestra más vil ingratitud. Penetrad, Señor, nuestro corazón con un tan vivo dolor de nuestra insensibilidad a tanto amor, que nos mueva a recompensarlo en adelante sirviéndote muy de veras, agradeciéndote lo mucho que nos amas y sintiendo las injurias, desprecios y olvidos que sufrís de la mayor parte de los hombres en esas aras donde te adoro, te amo y te bendigo con todo el afecto de mi alma. Amén
1Escuela de perfección de corazones modelo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
2 Al mundo manifestado en torno de vivas llamas, bien muestras cuánto nos amas en caridad de abrazado: tan ardiente exaltación ha de inflamar nuestro hielo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
3 De la lanza la abertura nos muestra franca puerta, que para todos abierta nuestro refugio asegura; no hay más dulce, habitación, ni en la tierra ni en el cielo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
4 Con el corazón ceñido, de espinas, nos significas. Que pues amante te explicas, te lastima nuestro olvido; nuestra vil desatención, causa en Ti tal desconsuelo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
5 Fijo en la Cruz ha mostrado amoroso y complacido, pues apenas concebido, fue tu amor crucificado; de acabar la Redención te angustiaba el desvelo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
6 Mostrándote transparente, como espejo cristalino descubre el amor divino, su más interior patente; de su fina dilección se ve el misterio sin velo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
7 Vienes después de la octava de Corpus, has señalado como el día consagrado que tu cariño anhelaba; unirse en la comunión con nosotros en tu anhelo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
8 Acudiendo a tal Sagrario ha ofrecido al Padre Eterno oír con amor paterno los ruegos del novenario; por Ti sube la oración a los más alto, de un vuelo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
9 Que en nosotros reinarías dijiste y principalmente cumples ya amorosamente tan propicias profecías; tu copiosa bendición hará feliz nuestro suelo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
10 Pides agradecimiento a tu amor, y en recompensa de la ingrata y vil ofensa ese reconocimiento; de Ti a la meditación ha de ser nuestro desvelo
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
11Centro de nuestra aflicción dulce imán de nuestro anhelo: ¡Oh Divino Corazón; dad a los nuestros consuelo!
R/¡Oh Divino Corazón. Dad a los nuestros consuelo!
Oración
Omnipotente Dios y Señor mío, que formaste por el Espíritu Santo en el seno de María con un corazón santo e inmaculado a Jesús, vuestro Hijo, y quisiste que naciera para vuestro consuelo; arrancad de nuestro seno este corazón inmundo y pon en su lugar un corazón todo nuevo, a fin de que sirviendo en la tierra con un corazón todo puro, mercamos gozar eternamente de la hermosura de vuestro rostro. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Que en aquella triste noche de tantas penas, en vista de la más enorme ingratitud de los que injustamente te aborrecían y tramaban dandote la más terrible y afrentosa muerte en una cruz, instituiste este augusto Sacramento del Altar, para manifestar en él vuestro más tierno y fino amor para los mismo que tanto lo despreciaban! Qué sentimientos serán los vuestros ¡oh amable corazón de mi Salvador! viendo aún después de esa amorosa demostración, la correspondencia de los que te la debían tener finísima; ¿y qué hallas, Señor, en torno de tanto amor? Hallas en la mayor parte de los hombres, infidelidades, sacrilegios, injurias y ultrajes; o al menos tibieza, frialdad, indiferencia, olvido y nada que apenas pueda llamarse amor. ¿Esto hallás y esto sufrís? ¡Oh amor divino! ¡Oh ingratitud humana! Esto deseo recompensaros; dadme para ello vuestra gracia.
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! inmenso fue el incendio de vuestra caridad, pues en vista de que aún entre los vuestros había un traidor que te entregaría para la muerte, y uno de los favorecidos que te había de negar luego, y todos habían muy en breve de huir, dejándote en manos de tus crueles enemigos, ardiste en tantas llamas del más tierno y regalado amor para con los hombres, que les diste sin embargo todo, en este augusto Sacramento, a los mismos que así te debían corresponder.
Esta ingratitud hallaste ya entonces, y esta es la que se te muestra ahora, la rebeldía del corazón humano. Haz, Señor, que el mio y el de todos, en adelante, te sirvan con la mayor fidelidad. Concédeme esta gracia para mayor gloria tuya y bien de mi alma.
Amén
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
¡Oh Corazón de mi amado Jesús!, que a impulso de las ternuras de vuestro amor, al partir de este mundo hacia vuestro Padre, te quedas con los hombres en ese augusto Sacramento para permanecer con ellos todos los días, horas y momentos, hasta el fin de los tiempos. Bien se conoce, Salvador mío, que tienes todas tus delicias en estar siempre con nosotros; ¡pero qué sentimiento será el tuyo al ver tan olvidados de los hombres! ¡cuán solo te quedas muchas horas y días en los, altares, sin haber quien te visite, quién se acuerda de, tus finezas, ni quién guste de tratar con vos! ¡Y si algunas veces comparecemos en vuestra presencia, cuán tibios, cuán distraídos lo practicamos! Imprime, Padre mío, en nosotros las memorias de tus finezas, y haz que todo nuestro gusto sea vivir siempre con vos y servirte cada día con más fidelidad. Otórganos esta gracia para mayor gloria tuya y bien de nuestras almas. Amén
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
Tres avemarías.
¡Oh Corazón de mí amado Jesús! Vuestro amor, más que de Padre, te obligó al cariñoso exceso de dejarnos en esa Sagrada Mesa el divino convite de Tu Cuerpo y Sangre bajo los accidentes del pan y del vino, para regalarnos y sustentarnos espiritualmente en nuestras almas mientras estamos en el desierto de este mundo, lejos de nuestra patria celestial.
¿Quién creyera, amable Salvador mío, que nos amaste con tan excesiva fineza , si no lo enseña la fe? Más ¿quién no se pasmará de la horrenda maldad de los que sacrílegamente te reciben? ¿Quién no orará la tibieza, la frialdad, la indiferencia y la poca disposición con que nosotros llegamos a ti?.
¡Oh pasmo de insensibilidad del corazón humano! Aquí tienes, Señor, el mío aunque tan vil, deseoso de sacrificarse del todo en desagravio de tan enorme ingratitud; hazme la gracia de aceptarlo, para mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Antes de ser sacrificado por mí en el ara de la cruz, dispusiste impelido por tu amor, serlo por mi y por todos los hombres, tantas veces todos los días en todo el mundo, cuántas son las misas que en él se celebran, ofreciendote Vos mismo en ellas, millones de veces como víctima la más agradable a vuestro Padre, por mis pecados en acción de gracia por lo que de mano recibimos; pidiendo para nosotros de continuo, otras nuevas; a ese exceso llegaron vuestras fuerzas para provocar las nuestras, enseñándonos que siquiera una vez nos santifiquemos a Vos.
Pero, ¿qué hallas en retorno? irreverencias, desacatos, inmodestias y agravios en la mayor parte de los hombres; eso hallas, amable Salvador mío, y esto sufrís todos los días.
¿Y no moverés siquiera a algunos, a que lo sientan con Vos y te recompensen con su fidelidad y ardiente amor tantas injurias?
Aquí me tienes tal cual soy, como víctima agraciada de todos a tus desagravios; acepta, Señor, haciéndome esa gracia, para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
¡Oh Corazón de mi dulce Jesús! para obligar a los hombres a que te amen y te den enteramente la pequeñez de su corazón, no solo les das en ese augusto Sacramento el vuestro, sino todo cuanto sois: vuestra divinidad y en fin a vos mismo, fuente de todos los bienes y de todas las gracias, sólo a fin de ganarles su amor, y de que te sirvan, reconocidos a tan excesivas fuerzas. Pero ¡ay!, ¡amabilísimo Salvador mío, cuán poco logras! Con las dádivas se pueden vencer las mayores dificultades; pero la dureza de los corazones humanos no se ablanda con las tuyas, siendo tantas y tan sobremanera preciosas.
Enciende, Señor, con ese asombroso incendio que arde en vuestro Corazón, todos los nuestros, impeliéndolos eficazmente a que sientan tus agravios y los recompensen dándose y entregándose completamente a ti.
Concédemelo a mí, como el más necesitado, para mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
¡Oh Corazón tierno de Jesús! Vos te abrazas siempre en las llamas de un amor tan fino para con los hombres, que para unirnos y hacernos una misma cosa, como los sois vos con tu eterno Padre, trataste esa maravilla de tus finezas, quedandote entre ellos en ese admirable Sacramento como manjar, para que estado en su interior te unas en amoroso vínculo con el suyo, haciendo que fueran enteramente unos efectos con la más rendida subordinación de los suyos a los vuestros.
Más en cuán poco lo conseguís, sufriendo de la mayor parte de los hombres un ingrato olvido. No permitas, Señor, tanta insensibilidad en el corazón humano; quita del mío, amabilísimo Jesús, haciéndolo muy uno con el vuestro; concédeme esa gracia para mayor gloria tuya y bien de mi alma; amén.
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! El amor que te hizo sufrir por los hombres tantas veces enclavado en una cruz, te tiene en ese augusto Sacramento expuesto a las insolencias, injurias y sacrílegas profanaciones de los herejes, y que te han tratado en diferentes tiempos y lugares con tanto atrevimiento, rabia y furor, que no se puede oír sin asombro y horror lo que ejecutaron con Vos en ese mismo misterio de tu amor. A todo te expusiste por no privarte de nuestra compañía y de quedarte con nosotros; esto, te cuesta el habernos amado con tanto exceso. ¿Y no lo sentiremos ¡Oh amabilísimo Salvador nuestro! no trataremos de recompensarte con nuestros servicios y humillaciones y con ardiente amor tantas injurias?
Sí, amado Corazón de mi dulce Jesús, lo siento, y quisiera recompensarte aunque fuera con mi sangre y con mi vida; dadme para ello tu gracia, y sea todo para mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! ¡cuán digno sois siempre de la mayor veneración y muy especialmente en el augusto trono de ese adorable Sacramento, en donde realmente está entre glorias tu Divina Majestad, para recibir obsequios y agradecimientos de los hombres con el fin de llenarlos al mismo tiempo de todos tus dones, uniéndonos íntimamente con los que tiernamente amas. Justo fuera, amabilísimo Salvador mío, que todos, con el más profundo rendimiento, te adoraran y sirvieran agradecidos a vuestras fuerzas, a los menos deseosos de sus propios intereses.
Más, ¡ay!, lo que comúnmente hallas en la mayor parte de los hombres, son injurias, sacrilegios, descortesías, irreverencias, y desacatos. Muchas veces, estando Vos expuesto, ellos, al pie mismo de los altares y aún recibiendo sacrílegamente o con tibieza y frialdad dentro de su pecho.
Siento, amable Salvador mío, estas injurias a vuestro amor, y deseo recompensarlas con mis rendimientos, humillaciones y obsequios, con más rendida fidelidad. Concédeme esta gracia y la que te he estado pidiendo en esta novena, para mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén
Tres padrenuestros
Tres Avemarías
Tres Gloria