El Santo del día
7 de noviembre
Los doce Profetas Menores

Oración a Los doce Profetas Menores
Dios misericordioso y eterno, Hoy nos acercamos a Ti en humilde oración para honrar a los Doce Profetas Menores, tus mensajeros de sabiduría y verdad. Te agradecemos por su labor profética y su compromiso con tu Palabra a lo largo de la historia. En este momento, te pedimos que nos concedas la gracia de comprender y asimilar las enseñanzas de estos profetas. Que sus palabras inspiren nuestros corazones y nos guíen en nuestro camino de fe. Que, al igual que los Doce Profetas Menores, podamos buscar la justicia, la compasión y la fidelidad en nuestras vidas, siguiendo siempre tu camino de amor y misericordia. Que sus lecciones continúen iluminando nuestras almas y nuestro caminar espiritual.
Amén.
Se levantó, y al amparo de la noche, se escabulló hacia Jafa, en donde tomaría un barco que lo llevaría a Tarsis, con la creencia de que así eludiría la misión que Dios le había encomendado en Nínive, a cuyos habitantes debía advertir sobre la destrucción de la ciudad debido a su maldad. En efecto logró embarcarse, pero en alta mar se desató una feroz tormenta que amenazaba con echar a pique el buque y entonces, Jonás, para evitar el naufragio, confesó que tal desgracia estaba ocurriendo por su desobediencia al mandato divino y pidió que lo lanzaran por la borda. Una vez ejecutado su deseo, cesó la tempestad al mismo tiempo que un enorme pez se lo engullía y en su vientre pasó Jonás, tres días con sus noches, orando, pidiendo perdón a Dios y prometiéndole que acataría su voluntad. Luego de ser vomitado en una playa se encaminó hacia Nínive, ciudad que recorrió anunciando su destrucción antes de cuarenta días y como todos sus habitantes –incluido el rey–, se arrepintieron, el Señor les levantó el castigo y así gracias a la apasionada y convincente predicación del rebelde profeta Jonás, se salvó Nínive.
Como en el caso de Jonás, el papel de los profetas fue determinante en la historia de Israel, porque en los períodos de crisis, en los momentos de pesimismo y desamparo y en las épocas de laxitud moral del pueblo judío, Yahvé enviaba a sus portavoces (personajes providenciales que regularmente eran de origen humilde y en principio rehusaban la misión encomendada por los peligros que entrañaba), para que fueran la conciencia nacional, látigo de los reyes corruptos y voz de esperanza del pueblo liso y llano. Más por la extensión de sus escritos, que por los contenidos de sus profecías aparecen en las Sagradas Escrituras agrupados como profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel), y los menores, que son doce: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahún, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.
Oseas, que procedía del norte de Israel, comenzó su misión unos 750 años antes de Cristo durante el reinado de Jeroboam II y cubrió a varios de sus sucesores, hasta que el rey asirio Salmanasar V, asedió a Samaria y a este hecho siguió la destrucción de Israel y en todo ese tiempo vaticinó los peligros que se cernían sobre el pueblo escogido de Dios, quien además le ordenó que perdonara, recibiera y amara de nuevo a su mujer que le había sido infiel y por encargo del Señor, usó esta acción como alegoría, para demostrar el eterno amor de Yahvé hacia su pueblo y con este mensaje mantuvo viva la esperanza y la confianza de los israelitas en la misericordia divina
Joel, que vivió unos quinientos años antes de Cristo, fue determinante en el reacomodo de los judíos al espíritu de la ley tras el regreso del exilio en Babilonia, porque el largo cautiverio había distendido el espíritu del pueblo y como ello se reflejaba en la laxitud de sus costumbres, alertaba a los israelitas sobre el día del juicio en el que todos deberían rendir cuentas a Yahvé y por eso llamaba constantemente al arrepentimiento y la penitencia, lo que de hecho aplacaría la ira divina y atraería la gracia, la bendición y la prosperidad para toda la nación.
Amós, natural de Tecoa, centró su actividad profética en Betel, localidad en la que el culto estaba matizado por escandalosos elementos paganos mezclados con la suntuosidad de los ricos, mientras en la periferia los pobres se morían de hambre y gemían con los gravosos tributos a los que eran sometidos por esos terratenientes ostentosos. En ese período, Israel disfrutaba de prosperidad porque las dos grandes potencias Egipto y Siria, se encontraban enfrascadas en sus propias disputas territoriales y por lo tanto los reyes judíos actuaban con soberbia y se olvidaban de los más necesitados y en su defensa desarrolló toda su labor profética, Amós.
Abdías fue un profeta, cuyo ministerio se desplegó unos seiscientos años antes de Cristo y aunque es el libro más corto del Antiguo Testamento (un solo capítulo de 21 versículos), su contenido fue decisivo en la recuperación de la dignidad nacional frente a la penetración de los edomitas, cuyas costumbres, aunque de raíces judías, chocaban con la tradición y además eran aliados encubiertos de los asirios. Al final, Abdías rescató la esperanza del pueblo judío.
Miqueas vivió durante los reinados de Acaz y Ezequías, el primero de los cuales fomentó un culto supersticioso, patrocinó la corrupción y la explotación del más débil. El segundo fue considerado como uno de los reyes más impíos de Israel que estimuló la decadencia de la fe, y Miqueas se convirtió en el adalid de los pobres: se fue lanza en ristre contra las injusticias sociales, la falsa religiosidad y anunció la llegada del Mesías, así: “Y tú, Belén de Efrata, la más pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de reinar en Israel” y a continuación añadió: “Él se alzará y pastoreará el rebaño con la fortaleza del Señor, con la majestad del nombre del Señor su Dios”.
A Nahum le correspondió profetizar desde el año 663 y toda su ofensiva fue contra Nínive que representaba el mayor peligro para Israel y además era el arquetipo del pecado por su corrupción, hedonismo, lascivia y en general, de todo lo que era odioso a los ojos de Dios y con vehemencia pronosticó la destrucción de esta ciudad, hecho que ocurrió tal cual lo profetizó Nahum, en el 612, antes de Cristo.
Habacuc apareció en escena seiscientos años antes de Cristo, poco después de la caída de Nínive y se suponía que este hecho sería un alivio para Israel, pero Habacuc intuyó que ese respiro no duraría mucho porque en el horizonte ya aparecían los babilonios, entonces le preguntó a Dios, por qué permitía que los malvados sojuzgaran a su pueblo a lo que Dios respondió, que ellos serían castigados en su momento y le recordaba que al final la justicia de Dios triunfaría y puso en su boca una de las frases más aleccionadoras de la biblia: “El justo por su fidelidad, vivirá”.
Sofonías surgió cuando el rey Josías, aún era menor de edad y los regentes del reino auspiciaban los cultos idolátricos y aumentaban la opresión sobre los más pobres. En ese contexto, Sofonías llamaba vehementemente a la conversión y condenaba la opulencia y la riqueza como símbolos de bendición divina, (eso era lo que pensaban los ricos) y defendía la humildad, la pobreza y la sumisión a la voluntad de Dios, como valores esenciales de la ley mosaica.
Ageo formó parte de la avanzada de judíos que abrieron el camino hacia Jerusalén tras el exilio en Babilonia, en el año 520 antes de Cristo y ante la apatía de los recién llegados –por orden de Dios– lideró la restauración del templo y su mensaje esperanzador, permitió que los exiliados recuperaran su orgullo judío y así el templo adquirió mayor lustre que el que tenía antes de ser destruido por los Asirios.
Zacarías sucedió a Ageo, en el 318 antes de Cristo, y aunque la reconstrucción física del templo era uno de sus objetivos, su principal preocupación giraba alrededor de la reparación espiritual del pueblo que había dejado en último lugar el cumplimiento de los preceptos mosaicos permeados por el pensamiento babilónico y tras llamar al arrepentimiento y la renovación moral –Dios prometió por su conducto–, la pronta llegada del Mesías.
Malaquías fue el último de los profetas menores del Antiguo Testamento y toda su labor apuntó a la reprensión de la clase sacerdotal, que estaba más interesada en la riqueza y en las formas del culto, antes que en la esencia de la ley mosaica, por eso les recriminaba con dureza su arrogancia, laxitud y mal ejemplo para el pueblo, los conminaba a volver por el camino recto y Dios les recordaba a través de Malaquías que: “Los labios del sacerdote deben guardar ciencia y de su boca se viene a buscar la enseñanza, porque él es el mensajero del Señor Todo Poderoso”. Por eso, hoy 7 de noviembre, día de la festividad de los profetas menores, pidámosle a Dios, que nos use como mensajeros idóneos para esparcir su mensaje.